Hace algún tiempo tuve la oportunidad de ver una película que se titulaba Corazón de Caballero. Es una comedia muy entretenida, basada en los típicos combates de los nobles de la Edad Media donde le añadían cosas de nuestro tiempo contemporáneo. Hay una escena que me llamó mucho la atención. Es una donde van a comenzar los combates, y todos los nobles van pasando por el terreno de juego, y la gente que no es de la nobleza son sencillamente los espectadores de toda la historia. En un momento dado, un niño pequeño le pregunta a su padre, si él algún día podrá ser un caballero. Y como siempre encontramos en todos los lugares, un viejo amargado que estaba a punto de morir se ríe del muchacho y le dice: «Ja, ja, ja, el hijo de un techador quiere ser caballero. Eres un soñador, niño, nunca llegarás a ser un caballero, solo eres el hijo de un techador». Estas palabras se le clavaron al niño en su corazón como si hubiera sido una espada. Pero en esos momentos el niño vuelve a preguntarle a su papá: «¿Podré ser algún día caballero, papá?». Y su padre le responde: «Si tienes fe, podrás ser todo aquello que quieras ser».
Atrévete a pedirle a Dios, y verás que él te dará mucho más de lo que tu corazón y el mío sean capaces de imaginar. Solo es cuestión de creer a Dios y creer su Palabra.
No te he contado cómo acaba esa película. Pues bien, ese niño, hijo de un sencillo techador, después de mucho esfuerzo, trabajo y dedicación, consiguió no solo competir con los nobles en esos torneos tan prestigiosos, sino que también fue el ganador indiscutible. Querido amigo lector, no olvides que tú eres un auténtico príncipe, hijo del Rey de reyes. Ahora solo te falta creerlo, arriesgarte, tener fe en que con Dios de tu parte el mundo puede caer rendido a sus pies.