Alguien dijo en una ocasión: «La única manera de dejar una huella en la vida, es poner la vida en cada huella».
A lo largo de nuestra vida, seguro que ha habido personas que han dejado una huella en nuestras vidas. Quizás algunas de ellas habrán dejado una huella para bien, y otras, la habrán dejado para mal.
Yo quiero centrarme en estos momentos en esas personas que han dejado una huella positiva en nuestras vidas. Si nos paramos a pensar, seguro que todos tendremos ejemplos de personas que de una u otra forma nos han marcado. Quizás han sido nuestros padres, algunos profesores, quizás algunos amigos, o quizás alguna persona que el Señor simplemente puso en un momento especial en nuestras vidas para decirnos algo y luego desaparecieran de nuestro lado.
Si hablamos de dejar una huella, nadie a lo largo de la historia ha dejado una huella tan perfecta en la historia como la que dejó Jesús. Jesús dejaba una huella en todas las personas que estaban a su alrededor, no solo porque veía a las multitudes, sino también porque sentía pasión y compasión por ellos, y porque comenzaba a enseñarles.
Dicho de otra forma, Jesús veía, sentía y actuaba. ¿Cuánto necesitamos nosotros imitar a Jesús e intentar seguir sus pisadas, levantando nuestros ojos, viendo las necesidades de la gente, sintiendo compasión por ellos y actuando? Es cuestión de tomar una decisión.
No hay mejor manera de dejar una huella en la vida, que poner la vida en cada huella.
Tomados del libro de devocionales del Pastor: “Meditad sobre vuestros caminos”.