El trabajo bien hecho

Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas

Salmo 126:5-6

Alguien dijo en una ocasión:«La recompensa del trabajo bien hecho es la oportunidad de hacer más trabajo bien hecho».

Tristemente la sociedad actual prima el conseguir las cosas sin la necesidad de hacer ningún esfuerzo. ¡Qué triste! Fíjate cómo ya en nuestro propio sistema educativo los niños pueden pasar de curso, con no sé cuántas asignaturas suspendidas… Se quiere ganar mucho en los trabajos trabajando lo más mínimo… Se quieren conseguir los mejores resultados posibles en cualquier disciplina con el mínimo esfuerzo realizado. E incluso, desde nuestras iglesias, se promueve más que la gente dé su ofrenda los domingos y que salga delante para «cargarle las pilas imponiéndoles las manos», antes de animar y retar a la gente a que pase más tiempo delante de la Palabra de Dios que del televisor o el Internet. Hoy, en medio de toda esta situación devastadora, quiero hacerte recapacitar y pensar en estos dos versículos del encabezamiento. El trasfondo de estos versículos nos viene hablando de los esfuerzos de los exiliados por restaurar la nación de Israel de nuevo en medio de las dificultades. Y ellos sabían que, aunque el trabajo fuera duro y se sembrara con muchas lágrimas, llegaría un momento donde la siega sería maravillosa.

Cuánta aplicación tiene eso también para el ministerio cristiano. Quizás, cuando estés leyendo esto, puede que estés pensando si realmente merece la pena todo el esfuerzo y sacrificio que estás haciendo por la obra del Señor. Permíteme contestarte a esa duda. Y mi respuesta sería que volvieras a leer estos versículos y te pararas a meditar en la segunda parte del versículo 6. Ahora pídele a Dios que te hable.

Tomados del libro de devocionales del Pastor: “Meditad sobre vuestros caminos”.

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