Hay un antiguo proverbio que se usa mucho en Medio Oriente y dice lo siguiente: «Recuerda que el día que naciste, lloraste y el mundo se alegró; vive ahora de tal manera que, cuando tú mueras, todos lloren y tú rías».
Todos tenemos en nuestra vida días que de una u otra manera marcarán nuestra existencia para siempre. Algunos de esos días serán sencillamente maravillosos, pero otros vendrán cargados de malos momentos. Piensa conmigo en algunos de esos maravillosos días que Dios nos ha regalado aquí en la tierra. Siempre estarán en mi memoria, y espero que en la tuya también, días cuando le pedimos al Señor que fuera nuestro Salvador personal. El día que, y si estás casado/a, dijiste: ¡Sí, quiero!, en el altar. El día que nació tu hijo/a… Pero seguro que también habrás pasado por otros días que, sencillamente, te gustaría borrar de tu memoria y de tu calendario. Quizás cuando perdiste ese ser querido. Cuando el doctor te dio esos resultados de ese chequeo rutinario, cuando…
Creo que nunca Job se imaginaba lo que estaba pasando ese día en esa reunión en las esferas celestiales. El Cielo estaba celebrando un consejo extraordinario, donde el punto principal del día no era otro que decidir probar a Job o no. Satanás, el ángel caído, también estaba allí. Ese día cambió la historia de Job para siempre. En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, Job perdió sus diez hijos, todas sus posesiones, su prestigio… Y poco más tarde perdió hasta su salud. Pero, así y todo, termina este capítulo 1 con unas palabras que quedarán para los anales de la historia. Job dijo: «Entonces Job se levantó, rasgó su manto… y adoró».
Recuerda, adorar no es un sentimiento, es una decisión.
Tomados del libro de devocionales del Pastor: “Meditad sobre vuestros caminos”.