Alguien dijo en una ocasión: «En la vida hay algo peor que el fracaso; y es no haberlo intentado».
Aquella no fue una noche cualquiera. Fue una noche que cambió el rumbo de la vida de Jacob para siempre. Durante unos veinte años Jacob estuvo viviendo y trabajando con su suegro con la intensión de pagar el precio, tanto por sus esposas, como por su ganado. Y había llegado el momento de partir, de dejar la comodidad del hogar familiar para aventurarse a un nuevo sueño, pero esta vez, siendo él el jefe de su casa. Pero Jacob había dejado atrás un problema que no había solucionado por más de veinte años con su hermano Esaú. Y esa noche, antes de enfrentarse a su hermano, Jacob tiene una lucha con Dios mismo. En esa lucha espiritual que mantiene con Dios, ya en la madrugada, el Señor le pide a Jacob que lo deje marchar. Pero Jacob, que no era alguien que se conformaba con cualquier cosa, después de que el Señor lo había dejado cojo, dolido, derrumbado, cansado de toda una noche sin dormir… En ese momento, y con las pocas fuerzas que le quedaban, Jacob hace algo que cambió para siempre su vida. Jacob decidió, herido como estaba, agarrarse con todas sus fuerzas a Dios y decirle: «No te dejaré, si no me bendices». Vuelvo a repetir las palabras de Jacob: «No te dejaré, si no me bendices».
Querido amigo lector, la historia no la van a cambiar las personas que cuando caen o fracasan deciden no levantarse y seguir intentándolo. Jacob, para llegar a ser un príncipe de Dios, tuvo que luchar y agarrarse a Dios con todas sus fuerzas. Agárrate a Dios con todas tus fuerzas.
Tomados del libro de devocionales del Pastor: “Meditad sobre vuestros caminos”.