Ernest Hemingway dijo en una ocasión: «El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad».
Hace años y mientras estudiábamos en el seminario, el Señor nos concedió el privilegio a mi esposa y a mí, junto con otros hermanos, de viajar a Israel, la tierra elegida por Jesús para nacer, vivir, sufrir, morir y resucitar. Este es uno de esos viajes con el cual uno siempre había soñado. Poder visitar todos esos lugares que marcaron un antes y un después en la historia de la Humanidad. Ya que por esos lugares fue por donde el Señor Jesús decidió caminar para dejar una huella imborrable en los corazones de todos los que lo amamos y hemos decidido seguirlo. Muchos de los lugares que visitamos nos impresionaron. Entre esos lugares estaba el aposento alto, donde el Señor celebró esa última cena con sus discípulos.
Mientras ellos cenaban, el Señor hizo algo propio de los esclavos, esto era lavar los pies de sus discípulos. Pero en esta ocasión fue nada más y nada menos que el Señor, el Rey y dueño del Universo, el que decide ceñirse esa toalla y comenzar a lavar los pies de sus discípulos. Más adelante el Señor dijo en el vers. 14: «Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros».
Quizás hoy sea un buen momento para que te pares y pienses: ¿Cómo puedes ser de bendición para otras personas? Pensar en qué maneras puedes ayudarlos «a lavar sus pies». Quizás necesitan una palabra de perdón, de ánimo, de misericordia. Quieres ser alguien grande y parecerte a Cristo, el secreto está en ser humilde e imitarlo.
Tomados del libro de devocionales del Pastor: “Meditad sobre vuestros caminos”.