En una ocasión, un predicador que en medio de la calle proclamaba el amor de Dios e invitaba al arrepentimiento, estaba predicando, cuando un individuo que pasaba por allí le gritó: «¡Cállate viejo! ¡No eres más que un soñador!». Inmediatamente se puso de pie una niña de unos 11 años que tocó a este individuo en el hombro, lo llevó aparte y le dijo: «Señor, no sé quién es usted, pero quiero que sepa que el predicador es mi padre. Era alcohólico y cada vez que venía a casa se llevaba mi ropa para venderla y satisfacer su vicio. Cuando Dios lo salvó, consiguió trabajo y me compró ropa, calzado y libros para el colegio. Jamás ha vuelto a beber, ni una gota. Ahora, cada vez que tiene un minuto libre, lo aprovecha para contarle a la gente lo que Dios hizo en su vida. Por eso, señor, se lo ruego… Si mi papito es un soñador, si todo esto es un sueño, no lo despierte. Por favor, ¡no lo despierte. ».
Qué historia más hermosa. Cómo el poder de Dios pudo cambiar la vida de este hombre borracho en un auténtico predicador. Y cómo no solo cambió él, sino que la bendición llegó también hasta su casa y todos los que estaban a su alrededor. Creo firmemente en el poder de Dios para cambiar la vida de personas tan miserables como este alcohólico, y como tú y yo también.
Muchas veces las personas se podrán reír de ti cuando les compartas el evangelio, muchos incluso te tacharán de loco o soñador. Pero lo que no podrán negar nunca es que Dios es el único que puede transformar el corazón de las personas. Igual que esta niña, a mí no me importa que me llamen loco o soñador, y como decía ella, si esto es un sueño… por favor, no me despierten. Te gustaría soñar así también a ti. No lo dudes, hazlo, sueña.
Tomados del libro de devocionales del Pastor: “Meditad sobre vuestros caminos”.