Hace algún tiempo atrás vi una película que se titulaba Gran Torino, de Clint Eastwood. Esta película tiene un trasfondo que nos habla acerca del racismo y sus consecuencias. En ella, el protagonista principal, que no es otro que el propio Clint Eastwood, ya terminando la película, y antes del desenlace final, le regala a su jovencito amigo asiático una medalla al honor. El joven asiático le pregunta a Clint Eastwood: «¿Por qué te dieron esa medalla?». El propio Clint Eastwood responde: «Porque conocíamos el peligro y aún fuimos».
¿Cuántas veces nosotros como cristianos hemos andado caminos peligrosos? ¿Cuántas veces, aun con temor o miedo en el corazón, con un futuro incierto, hemos decidido dar un paso más y no conformarnos con lo que este mundo nos ofrecía? ¿Cuántas veces cuando nuestros propios hermanos en Cristo nos han dicho no es necesario que tomes tantos riesgos en el evangelio, pero, aun así, nosotros hemos decidido no oír esas voces y tomamos los riesgos? ¿Cuántas veces…?
El apóstol Pablo, cuando está escribiendo estas hermosas palabras del encabezamiento, sabía lo que decía, ya que él estaba escribiendo estas letras desde la cárcel. Seguro que no fue un tiempo fácil para Pablo. Pero él no se enfocaba en los problemas de aquí en la tierra. Pablo tenía puesta su mirada y su esperanza en el Cielo, la Patria Celestial que lo esperaba. Ya es tiempo de que nos enfoquemos en lo importarte. Ya es tiempo de que dejemos de mirarnos el ombligo y pensemos en lo que podemos hacer para que el reino de Dios avance.
Winston Churchill le dijo en una ocasión a sus tropas: «Queridos, por vuestro esfuerzo, sacrificio y entrega, yo os puedo ofrecer tres cosas a cambio: Sangre, sudor y lágrimas». El desafío merece la pena.
Tomados del libro de devocionales del Pastor: “Meditad sobre vuestros caminos”.