Siempre que me reúno o hablo por teléfono con algún amigo que hace mucho tiempo que no veo, le suelo decir en un momento dado de nuestra conversación: «Que sepas que donde quiera que yo esté o viva tú tendrás un lugar para quedarte a dormir». Y es que, como a muchos de vosotros, a mí también me gusta disfrutar de la compañía y comunión de buenos amigos.
Cuando el Señor les estaba hablando aquí a sus discípulos, Él estaba viviendo la última noche, antes de ser entregado para luego ser crucificado. Ahora el Señor está con sus discípulos a solas. Él les habló del perdón, de su entrega a traición, de su partida, del Espíritu Santo, de la paz, de los frutos del cristiano, de los amigos, del mundo, de su regreso, y por último, terminó teniendo una oración por cada uno de ellos. Y a propósito dejé para el final otra cosa de la cual el Señor les estaba hablando. Y era nada más y nada menos que del Cielo, y de lo que él iba a estar haciendo allí, hasta que volviera a buscar a los suyos. «Él iba a preparar lugar para nosotros».
A mí me gusta de vez en cuando dejar volar mi imaginación y pensar en cómo será ese lugar en el Cielo. Aún no sé cómo será esa morada que el Señor tiene preparada para mí, y para cada uno de los que han creído en Él. Pero de lo que estoy seguro es que allí no tendremos una hipoteca que pagar, ni lugar que alquilar. Allí viviremos en un lugar que nunca se derrumbará por ningún fenómeno meteorológico, ni de ninguna otra índole. Te invito a que inviertas en el reino de los Cielos, y verás los beneficios que tendrás cuando llegues allí.
Tomados del libro de devocionales del Pastor: “Meditad sobre vuestros caminos”.