Alguien dijo en una ocasión: «Cuando no puedas correr, trota; cuando no puedas trotar, camina; cuando no puedas caminar, usa el bastón, pero nunca te detengas».
No sé si en alguna ocasión has caminado por algún lugar, ya sea solo o acompañado, y realmente no sabías a dónde ir. O quizás has estado caminando sin saber cuál será el próximo paso que tengas que dar en la vida, o qué rumbo tomar, y puede que el temor, las dudas o la incertidumbre invadan tu corazón. Te confieso algo, he caminado varias veces y en varias épocas de mi vida sin saber a dónde iba, y te aseguro que no es algo que se lo recomiende a nadie. Y es que no saber cuál será el próximo paso para dar en la vida es frustrante, desolador, etcétera.
Los dos personajes de los versículos del encabezamiento iban caminando de regreso de Jerusalén a Emaús el día de la resurrección del Señor, pero ellos caminaban el viaje a casa, después de haber ido a Jerusalén por la Pascua sin saber cuál sería el próximo paso que tendrían que dar en la vida. Estos dos eran discípulos del Señor, pero Jesús había muerto el viernes, y ¿sabes qué?… Todos sus sueños y esperanzas de futuro estaban sepultados en la tumba donde Jesús fue puesto. Ahora se acerca el Señor y camina con ellos, pero ellos creen que es un forastero, ya que no creían que el Señor pudiera resucitar. Pero si sigues leyendo el pasaje completo, el Señor abrió los ojos de ellos y reconocieron que era Él quien caminaba con ellos. Querido amigo lector, quizás piensas que Jesús está lejos y que no está caminando contigo. Abre bien los ojos y fíjate que Él siempre estará a tu lado. No olvides que Dios nunca te abandonará.
Tomados del libro de devocionales del Pastor: “Meditad sobre vuestros caminos”.