Seguramente habrás leído como yo muchas veces estas frases que dicen: «El dinero podrá comprar una cama, pero NO el sueño. Comida, pero NO el apetito. Adornos, pero NO belleza. Una casa, pero NO un hogar. Medicina, pero NO salud. Lujo, pero NO cultura. Libros, pero NO cerebro. Diversión, pero NO felicidad. Un crucifijo, pero NO un Salvador. Una silla en la iglesia, pero NO el Cielo».
Cuántas veces en nuestros países que llaman civilizados y culturizados, otros los llaman «los países del primer mundo». Haciendo una diferencia entre ellos y otros países, creen que con tener mucho dinero se puede comprar lo que se quiera. Pero si nos paramos a pensar, en estos países que llaman «del primer mundo», ¿cuántas personas viven con todos los lujos que se quieran permitir, pero son infelices? Viven con un profundo sentimiento de miseria espiritual. No son capaces de sonreír, de disfrutar de un buen tiempo con los amigos, de una buena taza de café, de un buen paseo por el parque… Necesitan comprar la felicidad a toda costa. Simplemente se les quiere, no por lo que son, sino por lo que tienen. Necesitan el poder a toda costa para sentirse admirados, respetados, valorados… No les importa mentir, robar, pisotear a quien sea por la sencilla razón de sentirse alguien importante.
Con el pasar de los años, y comenzando uno a peinar algunas canas, uno comienza a valorar más la belleza interior de las personas que los adornos externos. Más un hogar, que tener una gran casa. Más un salvador personal, que un sencillo crucifijo exterior. Y más el Cielo, que una silla de oro en cualquier iglesia. ¿Qué valoras tú?
Tomados del libro de devocionales del Pastor: “Meditad sobre vuestros caminos”.