San Agustín de Hipona dijo en una ocasión: «Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas».
Hay una antigua tradición judía que cuenta que el Señor Jesús dijo estas palabras del versículo 28 de Mateo 11 a la caída de la tarde, cuando la gente venía de las afueras de la ciudad, de sus trabajos, de sufrir el duro calor del día, de sufrir quizás a un mal jefe, o compañeros que solo intentaban hacerles el trabajo mucho más duro y difícil… Después de haber estado toda la jornada trabajando sin parar, la gente iba entrando por las puertas de la ciudad, pensando en darse una buena ducha, disfrutar de una buena cena y deseando descansar en el confort del hogar. Muchos quizás vendrían pensando en sus preocupaciones y agobios propios de la vida, y realmente se sentirían cansados.
Nosotros hoy, como las personas de hace unos dos mil años, quizás podemos estar preocupados o agobiados por tantas cosas que están robando la paz de nuestros corazones. Quizás estamos preocupados por esa hipoteca que nos trae de cabeza, quizás los gastos de educación de los niños, los recibos del médico, esa enfermedad que nos mantiene en incertidumbre, ese trabajo que no sabemos si lo podremos mantener o no, ese futuro incierto….
Sigue contando esta antigua tradición judía que, cuando la gente entraba por las puertas de la ciudad, Él los estaba esperando a la puerta, para lanzarles esta invitación, para que pudieran disfrutar de Su presencia y de Su descanso. Hoy tú decides, si quieres disfrutar de la invitación del Señor o no. Él no obliga a nadie, simplemente invita. A ti y a mí nos toca decidir.
Tomados del libro de devocionales del Pastor: “Meditad sobre vuestros caminos”.